En el discurrir las diversas civilizaciones, el alma siempre se ha percibido como la esencia de la vida misma; desde mi óptica, no es exagerado afirmar que los Templos constituyeron el “alma” de la civilización egipcia – al igual que de muchas otras Civilizaciones antiguas.
Si uno asocia la idea un templo contemporáneo a la de los antiguos, es muy probable que la mayoría consideraría que, ciertamente, aquí estamos haciendo alusión a la noción de vida en un sentido espiritual; no obstante, cabe señalar que, en Egipto, los templos cumplían una función no sólo espiritual, sino que la posibilidad misma del crecimiento civilizatorio y la conservación de la vida, dependía de ellos: por un lado, debemos recordar que la producción de alimentos en la zona dependía del buen conocimiento de los fenómenos meteorológicos, que, a su vez ,influenciaban en la inundaciones del Nilo y determinaban el momento propicio para la siembra y previsión de una buena cosecha. Y, en esta línea de pensamiento, cabe recordar que quienes monopolizaban todo ese cúmulo de saberes eran los sacerdotes de los Templos; es decir, que la subsistencia misma de Egipto dependía del saber de los sacerdotes. Todo esto sin mencionar otros conocimientos en materia de riego y agrimensura (con cierto grado de sofisticación) que se precisaban para el buen éxito de los cultivos y otras actividades agrarias.
Para la época, los templos eran las principales sedes de registros y de lo que hoy llamaríamos una biblioteca. En las paredes de los templos y en papiros que se encontraron dentro de ellos, se reflejaban la gran erudición que poseía los sacerdotes en temas concernientes a las actuales matemáticas, medicina, arte, arquitectura, astronomía, etc.
Así las cosas, no es de extrañar que la clase sacerdotal llegara a convertirse en una clase privilegiada que asesoraba a los faraones en materias de políticas públicas, de gobierno y de tributos.
En fin, más allá del aspecto puramente espiritual, los Templos eran expresión del punto neurálgico de la civilización egipcia en las diversas facetas de la vida: allí se concentraba gran parte del Poder y, su gran aliado: el Saber.
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